31 de octubre de 2013

Siempre mía


"Unos cuantos piquetitos".-Frida Khalo.
 Qué embriagadora la sensación de separar la cabeza de tu cuerpo. La cojo y te miro a los ojos ¿Estás contenta?. Hubiera sido más fácil que te quedaras quietecita y fueras feliz a mi lado, pero no, tenías otros planes. Ahora puedo besar tus labios todavía tibios sin protestas. Qué hermosos tus ojos aún sin la luz de la vida. Eras todo para mí. Y quisiste dejarme. Volar. ¡Quédate conmigo, querida!.Me resulta curioso el ruido que hace una cabeza al caer. Un sonido fascinante. Hermoso el efecto de las salpicaduras de sangre. Necesito hacerlo. Ver de nuevo tu piel. Rasgo tu jersey con un cuchillo. Tus pechos tan suaves. Los acaricio con delicadeza. Como si fueses a dar un respingo si te hiciera daño. El calor va abandonando tu cuerpo. Quiero ver dentro de ti. Deslizo el cuchillo por tu piel, retirándola, despellejándote con mimo. Es fascinante. Sangre. Rojo. Su olor me provoca. Carne roja y jugosa. Paladeo el sabor con mi lengua. Tu sabor. En mi boca. Eres una de mis obras de mi arte. Pintaría un cuadro con tu sangre. Haría una escultura abstracta con partes de tu cuerpo. Pero tu corazón, ese es para mí. Lo siento en mi mano. ¿Qué había en tu corazón?. ¿Quién vivía en él?. Será mío, lo voy a saborear. Siento como se deshace en mi boca. Mastico y trago. Trago y mastico. Mi sangre lo repartirá por mi cuerpo. No, no debiste decirme que te ibas. ¿Por qué buscaste otros brazos?. ¿Otra cama?. ¿No era suficiente para ti?.


Mira en que me has convertido. Hay un grito que acuchilla mi garganta. Oleadas de rabia, de terror, de asco. El vómito pugna por subir a mi boca. 



Tu corazón ha acabado en el retrete.El mejor lugar para él. Me odio. ¿Qué he hecho?. Yo era feliz. A tu lado. Eras mi musa. Me enamoré cuando miré dentro de tus ojos. Tan podrida e imperfecta como yo. El uno para el otro. Pero querías salir huyendo. NO. No podías huir de mí. Tú eras mi arte. Yo acabé de modelarte. Mi obra maestra. Pero no quería destruirte. Lo cambiaste todo. Todo se hizo confuso y otro tomó el control.



Has sido tú. Me miras desde el espejo con los ojos inyectados en sangre. Tú la has matado y yo la quería.



Yo también la amaba. Pero no debía de pertenecer a nadie más. No. Era nuestra. Y si no quería serlo debía morir. 



TE ODIO. Siempre te he odiado. Has hecho de mi vida un infierno. Me has convertido en el apestado con el que nadie quiere estar. Me torturaste con obsesiones insanas.



No puedes vivir sin mí. No puedes vivir sin ella.



Pues no viviré. 



Desahogo mi furia golpeándote. El espejo se astilla. Mis puños sangran. Mátame con tu filo. Devórame,  sombra. Acaba con mi corrupción. Libera al mundo del monstruo oscuro que soy. No puedo dejar de temblar mientras cojo uno de los cristales rotos. Una cuchilla que se clava en mí como un diente afilado. Corte en las muñecas. Corte en el cuello. En el muslo. Quiero acabar con esto ya. Espérame querida en las puertas del infierno. Prefiero una eternidad contigo en el fuego eterno que un día de vida sin ti. Espérame. Me siento débil. Un mundo desdibujado va desapareciendo tras mis lágrimas. Me estoy vaciando en un charco en el suelo. Rojo sangre. El color que más usaba en mis pinturas. Recuerdo aquella primera vez. Te hiciste un corte superficial sobre tu pecho para que pintara la sangre derramándose por tu piel. Recuerdo la oscuridad de tu mirada cuando dijiste que la maldad nos había unido. Recuérdalo ahora. La maldad nos ha unido y ahora nos mantiene unidos. He tocado fondo. 






Siempre mía
es un relato de Patricia Mariño.

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